viernes, 19 de septiembre de 2014

Se agotan mis intenciones

Se agotan mis intenciones. No se puede disparar eternamente, sin cansancio, sin detenerse. Debemos esperar que las balas atraviesen cielos lejanos, que su zumbido se pierda en la lejanía, que las nubes jueguen a ser esponjas, que la gravedad devuelva el metal a la tierra. ¿Y qué queda? Las anécdotas del viaje, de la superación de las circunstancias, las naturalezas débiles y fuertes encontradas e internalizadas ¿Y algo más? ¿Ó solo queda lo que siempre estuvo, está y estará? El eterno presente. ¿Puedo ser consciente de su trascendencia? Si pudiese lograr esto, mi salvación estaría garantizada. Si puedo sentir la naturaleza anti-efímera del eterno presente, el regalo del ahora mismo (porque es tu ahora mismo, y no el de nadie más), el regalo del tiempo que otros seres nos hacen con su compañía, la sincera humanidad ofrecida a la hermandad... sí, en estas condiciones estaría salvado. Pero ¡Cuidado con entrar al mercado cardíaco! Porque allí son muchos los hambrientos de calor, y todavía somos (aquellos que luchamos contra el congelamiento) volcanes inactivos que no despiertan a voluntad. ¿Y dónde conviene buscar el calor? ¿En piedras volcánicas o en explosiones de supernovas? El Sol y su brillo manejan calores elevadísimos, es la aceleración de vórtice, el grito anaranjado, el plasma reivindicador. Será un nuevo elemento el que desintegre las sombras y las intercambie por relucientes figuras cuatridimensionales. Un pistón mental tritura mis arranques, y otro pistón emocional los estimula. ¿Resultado? Inmovilidad, equilibrio indeseado. ¿Quién dijo que el equilibrio siempre es bueno? Si buscamos nuevos caminos lo mejor es descarrilarse, volcar quizás, luego cortar malezas, explorar. Apuesto a mi paz, apuesto a mi tranquilidad. Hoy la euforia se la llevó el cansancio, hoy la vida quiere reconciliarse con un mar calmo. Hoy es la mano invisible la que guía mis palabras; mi piel limada desprende girones de éxtasis, ecos de aventuras ácidas, colonizaciones psiconautas. Recuerdos de amor rebotan en mis visualizaciones. ¿Qué más da? Sólo soy un corazón más, otro tic-tac que está contado, otra deuda por saldar con la muerte, otra hormiga más de Dios. ¿Y debo aceptarlo? Al menos puedo cuestionarlo.

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